ALGO QUE DECIR, ALGO QUE APRENDER
“Don Alonso, la mayoría de los congresos no sirven para nada y no me gusta que me tomen el pelo”, le comenté a Alonso Zamora Vicente cuando estas concentraciones eran méritos imprescindibles para poder arañar una bufanda incentivo, como le llamábamos in illo tempore, en mi precaria nómina de joven profesor universitario. Enseguida me contestó el discípulo directo más joven del sabio don Ramón Menéndez Pidal: “Hay que ir a los congresos cuando sean interesantes y se tenga algo que decir o algo que aprender.” Me hizo pensar en las biografías de mis mitos científicos Joaquín Costa y Santiago Ramón y Cajal. A su respuesta le he hecho caso durante toda mi vida profesional tanto como expositor y organizador de congresos.
Alonso Zamora Vicente.
Llego al Hotel Alfonso VIII de Plasencia y digo que debo tener ficha porque me alojé en él cuando tomó posesión como académico de número de la Real Academia de Extremadura el sabio internacional en Derecho Penal, el placentino Marino Barbero Santos, y cuando fui miembro evaluador de mis primeras selectividades para ingreso de estudiantes en la Universidad. La joven recepcionista oye por primera vez en su vida el nombre de Marino Barbero Santos. Me reafirma este choque generacional. La disculpo y la comprendo: la culpa no es suya.
DE FREGENAL DE LA SIERRA A PLASENCIA
Estoy en Plasencia porque, con motivo del último centenario de Benito Arias Montano a iniciativa del secretario perpetuo de la Real Academia de Extremadura, Manuel Terrón Albarrán, avalado con el primer y único convenio de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes con la Asamblea de Extremadura, en período de presidencias de Marino Barbero y Antonio Vázquez, se convocó un premio de ensayo de un millón de pesetas con el nombre del gran humanista y la institución pudo hacer frente y sufragar un seminario de debate humanístico en la corte literaria del Duque de Feria en Zafra . Marino Barbero Santos y la junta académica aprobó en acta mi nombramiento para colaborar como miembro de la Comisión de Humanismo junto con los académicos, por orden de antigüedad, Manuel Terrón Albarrán, Carmelo Solís Gómez, Antonio Viudas Camarasa y Mariano Fernández Daza.
La Real Academia de Extremadura tenía sede en Trujillo, pero era itinerante, porque disponía sólo de las ruinas del solar académico del Palacio de Lorenzana. Por esa razón el siguiente seminario se celebró en Fregenal de la Sierra. Mientras el convenio estuvo vigente se siguieron celebrando en Fregenal de la Sierra, sumándose a la Comisión Organizadora el nuevo académico Francisco Tejada Vizuete. Cuando el convenio se rescindió por parte unilateral de la Presidencia de la Junta de Extremadura, dejaron de celebrarse, coincidiendo la precariedad financiera académica en la que permanece la Real Academia de Extremadura con el fallecimiento del investigador Gaspar Morocho que marcó otra manera científica de hacer ciencia en la Universidad de León y la ejercitó con total libertad en Fregenal de la Sierra gracias al espíritu liberal que tenía entonces la Institución a la que pertenezco desde 1988.
En las dos últimas convocatorias he asistido con el derecho que me da el ser académico numerario, sin haber sido cesado en junta académica de mi condición de miembro de la Comisión Organizadora.
Con la precariedad económica de la Real Academia de Extremadura, que recibe la migaja anual de unos 65.000 euros de los escasos 8.000 millones anuales del gasto anual de la Comunidad Autónoma, la Real Academia de Extremadura ha podido celebrar las dos últimas convocatorias gracias al mecenazgo de dos poblaciones: Villanueva de la Serena con motivo del centenario de Nebrija (2022) y su vinculación con esta localidad y Plasencia para honrar y resucitar a su hijo preterido, el médico del tabardillo y otras aficiones humanísticas médicas y traductoras llamado Luis de Toro. A estas dos entidades han apoyado las dos diputaciones provinciales.
En Villanueva de la Serena abundó la erudición, donde se expuso el estado de la cuestión típica cuando se celebra un centenario.
En Plasencia ha brillado el “Aude sapere”, porque tanto en las exposiciones como en los debatillos el argumento de autoridad ha sido vencido por el “Aude sapere”, atrévete a saber.
Un joven comunicante del primer encuentro de Zafra me comenta en Plasencia que en la Universidad no hay lugar para el debate que encontró en aquel seminario humanístico en el territorio de Juan de Ávila, San Juan Dios, Benito Arias Montano y Pedro de Valencia del Ducado de Feria.
AUDE SAPERE
He venido a aprender y con el intercambio y debate de ideas mi teoría de la Memoria Inteligente Cajaliana se ha enriquecido con “Aude sapere” que me ha ofrecido mi compañero en la Universidad de Extremadura, el sabio médico Agustín Muñoz Sanz, que desconfiando de la Inteligencia Artificial me ha enseñado que no debo fiarme de ningún sesgo de confirmación autoritario en cualquier tipo de investigación.
El espíritu de Gaspar Morocho y el del los debates científicos y humanísticos de Fregenal de la Sierra han resucitado en la corte literaria de los marqueses de Mirabel de Plasencia donde sirvió como médico Luis de Toro, muy cerca del jardín renacentista de La Abadía cantado por Lope de Vega al servicio del Ducado de Béjar.
Gracias a la ciudad de Plasencia, hogaño la Real Academia de Extremadura ha podido crear debate humanístico y científico, algo de lo que carece la Universidad del siglo XXI y que muchos universitarios buscan y no hallan.
Frente al argumento de Autoridad y los sesgos de confirmación, el “Aude sapere”, “El atrévete a aprender”, guía los pasos de la Ciencia.
ATRÉVETE A SABER, ATRÉVETE A PENSAR
La Mecedora Habladora me da ánimos: “Chacho, Antonio, ánimos, aunque no puedas correr, no dejes de caminar y atrévete a saber, tú puedes”. Ya sabes que la frase de Horacio es lema renacentista del Colegio de Gramática de Manchester y de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, creada en 1932 por Fernando de los Ríos, ministro, amigo de Federico García Lorca, que nombró a Ramón Menéndez Pidal, maestro de tu maestro Alonso Zamora Vicente, primer rector, al que le sustituyó Pedro Salinas. Chacho, Antonio, con Kant, divulga a todos los vientos y renace la frase de Horacio. La sociedad del siglo XXI necesita científicos que se atrevan a saber, a ser sabios y se atrevan a pensar y ser pensadores que la defiendan de todos los sesgos de confirmación que la esclavizan. AUDE SAPERE, no la olvides.