La suerte de tener Diarios escritos desde hace tantos años -desde 1982-, al abrir alguno, sé qué estaba haciendo, pensando, viviendo o escribiendo en días ya olvidados.
Hoy, 23F, me ha dado por agarrar una de esas libretas-Diarios al azar, la número 41. Esconde lo que escribí entre el 20 de febrero de 1996 y el 13 de marzo de ese mismo año.
Dentro de ella está mi 23F de 1996, el de hace 28 años.
Era viernes, yo tenía 31 años recién cumplidos y ese día escribí catorce páginas. Los viernes de aquellos años, todavía quedaban resquicios de lo “fiestero” que siempre había sido: trabajaba y estaba soltero, qué más se podía pedir.
Más adelante entendí por qué no estaba en un bar o por ahí de viaje: tenía mucho trabajo. Aquel 23F de 1996 estaba “haciendo” el callejero de Mérida. Consistía en visitar calles y barriadas de Mérida y anotar ciertas cuestiones técnicas que no vienen al caso. El día anterior, jueves, había pisoteado la Rambla Mártir Santa Eulalia y las calles San Juan, Santa Lucía, Cervantes y aledañas. Al día siguiente, sábado, -tengo anotado-visitaría el Peri San Lázaro y la barriada de Santa Isabel y el domingo la Avenida Juan Carlos I -de las peores señalizadas y numeradas de Mérida aquellos años- y las calles de las Sindicales -Lobón, Puebla de la Calzada, Barbaño, Aljucén…
También escribí que aquel 23F, un 23F como otro cualquiera, hice hora y media de bicicleta de montaña, pedaleando entre el río y la vía, saliendo del Ferial, pasando por la Alcantarilla romana y llegando hasta la estación de Aljucén. Y que nada más llegar a casa, me monté en la bicicleta estática y le metí caña durante 35 minutos de furioso aburrimiento.
Y que hacía años que no pasábamos tanto frío. O que por la mañana había ido a Caja Salamanca. Y sin venir a cuento, pegué una fotografía recortada de un periódico en donde se ve a un tipo apoyado en un contenedor de basura, dándole un trago a una botella de litro y el de una chica “núbil y cimbreante” -que no adjunto por sexista y porque no tengo ganas- y luego otra más, esta de una clasificación de la liga de baloncesto (Villacampa, Herreros, Azofra, Alberto Angulo. Jordi Soler, Rafa Jofresa, Esteller…) de aquel año.
Las catorce páginas dan para montar una película. Las he leído, cuento que tenía entre manos la lectura de dos libros, “La bola del mundo” de Camilo José Cela (no recuerdo nada) y “El séptimo secreto”, un best seller de Irving Wallace donde se explicaba no sé qué del séptimo bunker de Hitler.
Pero nada. No escribí absolutamente nada sobre Tejero, Armada, Juan Carlos I, Milán del Bosch y demás protagonistas de ese incierto día de hace cuarenta y tres años, que por aquellos entonces llevaba quince años intentando olvidarse. O no.
¿El 23F ya no era lo que fue? O mejor dicho o preguntado: ¿Nunca fue lo que pareció?
Si uno lee lo que escribieron el periodista Gregorio Morán (¿de extrema izquierda?) o los expertos historiadores Roberto Muñoz Bolaños (¿de izquierdas?) o Juan Francisco Fuentes (¿de derechas?) o hasta la novela de Javier Cercas (¿de centro?) -por ejemplo-, sobre el intento fallido del Golpe de Estado del 23F de 1981, piensa que la vida pasa, que con los años uno se vuelve cínico, despreocupado o desapasionado o que todo se convierte en Historia y olvido.
Un olvido que como el Guadiana, aparece y desaparece, que por mucho que se lea del asunto y aunque se desclasifiquen los papeles -dicen que se ha propuesto que a partir de que pasen 50 años y hoy se cumplen 43, se podrán desclasificar- del 23F, a lo mejor todo ya da igual porque, como se dice en castúo, los españoles “semos asina”.
Fin.












