Así se expresaba Jenni Hermoso, apenas se pitaba la final de la Copa del Mundo Femenina de Fútbol de Australia y Nueva Zelanda, momentos previos a que le robaran un beso, presidencial y polémico, indeseado cuanto menos.
Son las mujeres la esperanza de este planeta, el presente y el único futuro posible, los demás somos, según Rubiales, una amalgama de: “idiotez, estupidez y gilipollez”, suma de intereses y prepotencia, cuando no soberbia, que nos impide valorar lo verdaderamente importante.
El domingo no pude disfrutar de la final del mundial de fútbol, atareado por motivos profesionales, pero me llamaron la atención las imágenes de la celebración posterior, una vez conseguida la victoria. Qué preciosa imagen la de la reina y la infanta, junto a las futbolistas de nuestra selección nacional.
Festejo y alegría desbordada en la celebración por la merecida victoria y el presidente que se toma la libertad de besar en los labios a Jenni Hermoso. De entrada, me llamó la atención e incluso recordé aquél otro beso de Iker Casillas a Sara Carbonero, en aquella ocasión similar en 2010, en la Copa del Mundo Masculina de Fútbol de Sudáfrica.
Sorprendente y humano comportamiento en un momento de euforia, a continuación, Jenni que manifiesta que no le ha gustado y … ¡empieza el show! Simpatizantes y detractores de Luis Rubiales que salen en tropel.
El presidente que, lejos de arrepentirse de un gesto exagerado e inoportuno, en una huida hacia adelante, verbaliza su escasa educación tildando de idiotas, estúpidos, gilipollas y otra serie de lindezas a quienes le recriminan el ósculo labial de las antípodas.
Y es que no están las sensibilidades patrias por aguantar chulerías ni machismos retrógrados por muy millonarios ni dirigentes deportivos que sean los victimarios. De modo que según quién lo entienda se parte desde el gesto cariñoso y espontáneo hasta la agresión sexual, sin solución de continuidad.
Y en éstas que salta al ruedo el ministro de Cultura y Deporte del Gobierno de España, Miquel Iceta, para poner un poquito de cordura ante tal exceso de testosterona y carencia de humildad, exigiendo una rectificación inmediata en contraposición a la ristra de improperios e insultos del besucón.
“Ipso facto”, don Luis, reconoce lo inapropiado de su actuación, aunque con “peros”, sin duda en un arranque de humildad reconducida y económicamente aconsejada, tras la repercusión que va alcanzando la ministerial reprimenda.
Por su parte una viuda llora en silencio la reciente pérdida, la muerte de su marido, que oculta a su hija, aguanta estoica, a sabiendas de que es el día más importante de su vida, en positivo y en negativo, el más feliz y el más triste.
Olga, apenas toca la gloria deportiva y profesional, recién obtiene la ansiada estrella y se ve obligada a pronunciar una frase que resume su grandeza, la suya y la de su madre, grande Olga, grande esa madre, grande los Carmona.
Ella, brindando el gol a la difunta madre de su amiga, a Merchi, y desconocedora de que además había otra nueva estrella en el cielo, velando por su acierto: “Y sin saberlo tenía mi Estrella antes de que empezase el partido. Sé que me has dado la fuerza para conseguir algo único. Sé que me has estado viendo esta noche y que estás orgulloso de mí. Descansa en paz, papá”.
Lo dicho: ¡Las mujeres son las Campeonas del Puto Mundo!