En esta novela de Heinrich Böll (traducida por Helene Katendhal) he encontrado un claro ejemplo de que los bulos, embustes, patrañas, trolas, verdades a medias (que son la peor de las mentiras) y sus consecuencias, no son nada nuevo.
A partir de los años sesenta del siglo pasado, al premio Nobel de Literatura Heinrich Böll le dio por escribir sobre lo que él llamo “la estética de lo humano», es decir, “a favor de la libertad individual y contra cualquier forma de poder o imposición manipulados por una sociedad competitiva y alienante”.
En 1974 publicó “El honor perdido de Katharina Blum”, novela corta en la que pone a la protagonista como ejemplo del clima de agresividad antidemocrática imperante en la Alemania occidental en la que él vivía, avivado por los abusos de la prensa sensacionalista.
Aunque a lo largo de la novela habla de EL PERIÓDICO como generador de tantas mentiras “con consecuencias”, antes de empezar el libro el autor avisa de que: “Si ciertos procedimientos periodísticos -de la novela- recuerdan los del Bild-Zeitung, el paralelismo no es intencionado ni casual, sino inevitable”, con lo que deja claro a qué periódico se refiere.
Ramón Carandell en el prólogo de la novela cuenta que el periódico Bild-Zeitung que todavía existe “ha sido uno de los de mayor tirada del mundo gracias a su carácter sensacionalista, es decir, a su atención a los sucesos más sangrientos y brutales o a aquellos que pueden llamar más la atención por su excepcionalidad”. Lo que da dinero está por encima de la ética y la moral, es lo que viene a decir. Es la Alemania Federal de 1974 y parece la España de casi 2023.
Carandell añade que ese periódico ha sido el modelo de lo más reaccionario de la Alemania actual (el prólogo es de 1985). Y dice que “esto significa, en primer lugar, que lo ideológico se antepone a lo personal y privado; le interesa más la salvaguarda de los intereses capitalistas, patrióticos y conservadores, que la vida y personalidad de quienes se ven pisoteados por ellos”.
Esto es la novela. Katharina Blum es una mujer de pueblo, una empleada de hogar perfeccionista y muy organizada, simplona, algo inocente -encantadora, sincera- y enamoradiza (“a veces le gusta salir a bailar”) que pertenece a uno de los engranajes (más bajos) de la sociedad consumista y productiva. Sobre ella recae la culpa.
Una de esas noches excepcionales sale a bailar con tan mala suerte que acaba con un supuesto asesino al que perseguía la policía y al que conoció esa noche.
Por “casualidad” un periodista de EL PERIÓDICO se informa de la situación y hace un reportaje que sale al día siguiente en primera página.
El titular de la noticia dice: “El bandido y asesino Ludwig Götten buscado desde hace año y medio hubiera podido ser detenido ayer si su amante, la empleada de hogar Katharina Blum, no hubiera borrado sus huellas y cubierto su fuga. La policía supone que la Blum está complicada hace tiempo en la conspiración”.
El periodista que escribe esto sabe que es mentira, pero su periódico “sensacionalista” vende lo que la gente quiere leer. Y empieza una escalada de bulos en donde el tipo dice que el padre de K.Blum -un pobre hombre, fracasado que una vez en un bar dijo que “el socialismo no estaría tan mal”- es un criptocomunista o que su madre -una “ignorante” mujer de pueblo y ama de casa- robaba el vino de la sacristía y montaba orgías con sus amantes”. Una burda patraña tras otra.
EL PERIÓDICO sigue sacando día a día noticias falsas (“La amante del asesino se obstina en no confesar”, “La policía en alerta”, “El turbio pasado de la Blum”) cada vez más imaginativas que convierten, una excepcional salida nocturna de una esmerada y trabajadora empleada del hogar en poco menos que una asesina.
Esta sarta de mentiras in crescendo explica el poder de ciertos medios de (in)comunicación generando unas consecuencias que no quiero contar para no destripar esta pequeña y a la vez, gran (y redonda) novela.