Según me había contado un amigo que está estudiando antropología, hace doscientos mil años, año más, año menos, las mujeres neandertales, cuando se ponían en celo se agachaban con las piernas estiradas y llegaba el muy animal del machote y a lo bestia, allá que iba.
Si la hembra no estaba en celo y solo se agachaba para coger una flor del campo, el más bonobo y brutal de la manada se ponía en modo violación y ejercía esa especie de derecho de pernada que para ellos era la satisfacción de un instinto básico, que no la perpetuación de la especie. Me refiero a cuando los homo sapiens era más animales que sapiens.
El orgasmo femenino no se conocía. Y si me fío, y me fío, del «Informe Hite. El estudio de la sexualidad femenina», hasta no hace mucho años, el 70 % de las mujeres no llegaba al orgasmo durante el coito.
Shere Hite había sido modelo publicitaria que hasta llegó a salir en el Playboy. Cuenta que se sintió tan manoseada, ofendida y maltratada por los machos publicistas de la tribu del siglo XX, que decidió hacer esa macro encuesta que salió a la luz en 1975 y sacarla en libro, libro que, todo hay que decirlo, fue censurado en España.
En España no se hablaba de sexo. Aún, en pleno siglo XXI, parece un tema tabú, pero como mis amables y maduras oyentes seguían interesadas en el tema, di un salto de unos ciento noventa y ocho mil años y me acerqué teóricamente, a la segunda postura sexual ejercida por la especie humana, siendo la primera la de la inclinación postural femenina ya comentada.
La segunda, sin generalizar, es la ejercida por los españoles de a pie durante casi todo el siglo veinte: la de la luz apagada. La mujer se levantaba una de las cuatro o cinco enaguas que llevaba, el hombre exacerbado, se echaba encima y consumaba el acto. En un par de minutos ya estaba. La mujer se recogía las faldas y ya podía seguir fregando o yendo con la cántara a por agua al río, mientras el hombre se dormía la siesta o se iba al bar. Esto no llegaba ni a machismo, era más bien animalización masculina.
La tercera postura que nos acerca al siglo XXI se llama el misionero. Consistía y consiste en que la mujer se acostaba y se ponía a mirar el techo. El hombre se echaba encima de la mujer hasta que el varón eyaculaba, permítaseme la licencia poética, como un cigüeño viejo y lo mismo hasta conseguía que a los nueve meses, nacía un niño o niña más, en clara demostración de lo machote que era el varón. Y así sucesivamente.
Cuando me puse a explicar la tercera postura, no creo que porque se dieran por aludidas, mis maduras amigas oyentes, se aburrieron y se largaron con viento fresco. Me quedé con las ganas de contarles la que dicen que es la postura más utilizada últimamente en esto de las artes amatorias
Se trata de aquella en la que ella se sienta encima de él y mirando a los ojos al hombre empiezan como a agitarse. Así me ha dicho mi amigo el que está en la UNED repitiendo primero de antropología.
Dicen que de esta manera el sexo puede llegar a ser placentero tanto para el hombre como para la mujer.
Sorprendente hallazgo este de que la mujer tenga orgasmos varios. Lo mismo también tiene algo que ver eso de los preliminares, el clítoris y el no sé qué más que muchos aprendimos leyendo las páginas de preguntas del Pronto y del Nuevo Vale, aparte de las de Shere Hite.
La sociedad occidental sigue siendo muy machista, pero algo hizo el libro de Shere Hite de hace casi cincuenta años, tanto que hoy en día es fácil hablar de sexo heterosexual con mujeres mayores que yo.
Fin.












