En la sobrecubierta del libro “La España peregrina” de José Esteban, aparece la imagen “El fusilamiento de Torrijos”, de Antonio Gisbet. En la página web del Museo del Prado indican que este cuadro (de cuatro metros de alto y seis de largo) “constituye uno de los grandes manifiestos políticos de toda la historia de la pintura española en defensa de la libertad del hombre aplastada por el autoritarismo”.
En 1824 muchos españoles emigraron a Inglaterra huyendo del terror del rey Fernando VII.
Ministros, generales, diputados liberales como Argüelles, Espoz y Mina, Alcalá Galiano, Cayetano Valdés, Calatrava o Torrijos eran los nombres de algunos de esos emigrados que acabaron en Somers Town, un barrio de Londres. Solían reunirse en una casa de las afueras propiedad de Argüelles que casó con una inglesa pudiente y que era “hombre dulce, aunque de natural violento. Muy amigo de sus amigos y por eso mismo, muy enemigo de sus enemigos. Y tradicional en todos los sentidos y en todas las actitudes de su vida”, como cuenta José Esteban en la página 28 de su novela (histórica, pero novela al fin y al cabo).
Otra personalidad destacable es la de Espoz y Mina (del que no sabía mucho, solo que tiene alguna calle a su nombre en Madrid). Aún lejos de España, supeditaba su país y los intereses de los españoles antes que los suyos propios.
Por no hablar de (página 48) “El canónigo Riego que tenía en casa admirables riquezas bibliográficas, hermano del infortunado general Rafael. Don Miguel, como todo el mundo le llamaba, era una de las mejores personas del mundo. Humilde y servicial, se esforzaba por pasar desapercibido y cuando no lo conseguía, muy a su pesar, su humildad brillaba a gran altura.”
Estremece conocer con detalle la Historia de España. Lo que producía el ocio y el aburrimiento (en un país extraño) en los inmigrantes forzados hasta llegar a la locura, a los manicomios, tal y como se cuenta en esta novela.
Y siguen apareciendo nombres hasta recalar en Torrijos.
Juan Álvarez Mendizábal, amigo de Riego, conocido por “su” desamortización de Mendizábal y ex ministro de Hacienda en España acabó en Inglaterra en la muy terrible cárcel de Leet.
O qué decir de Espronceda. Joven escritor de vida agitada, que también huyó a Londres.
Toda la novela la cuenta en primera persona José Blanco-White, escritor que vivió los años del exilio de los huidos de la monarquía del rey Felón, Fernando VII.
Rey que restauró “el férreo absolutismo que caracterizó su reinado, ordenando la persecución, encarcelamiento y ejecución de los cabecillas y colaboracionistas del anterior gobierno.”
En la página 68 leo el romance anónimo del prisionero (que escuché alguna vez en boca de Paco Ibáñez o de Amancio Prada).
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero;
¡dele Dios mal galardón!
Entre los inmigrantes prisioneros en Inglaterra “dos tendencias comenzaron enseguida a ser definitivas y hasta excluyentes: la que agrupaba al general Mina y la que acaudillaba el también general Torrijos. Mina era reconocido como jefe de una parcialidad, principalmente compuesta por los que antes habían sido masones o moderados, de los sujetos de los de superior renombre entre los inmigrados y con Torrijos, los comuneros, más humildes”.
Leo que “en 1823 en España existían dos partidos políticos, uno progresivo y otro intolerante”. Tanto no hemos cambiado. Blanco-White dice que el pueblo español era fanático e intransigente, fruto natural de la educación recibida a lo largo de muchos siglos.
Con este panorama, “El duque de Angulema -francés- no encontró resistencia para restablecer el absolutismo, que ya estaba, porque siempre lo estuvo, en la conciencia del país.”
El libro termina con los Diarios del general Torrijos, el de “los sueños de libertad de aquel hombre impetuoso, pero reflexivo, inteligente y aniñado, que sabía reunir siempre a su lado a los mejores y que su influencia irradiaba un halo que atraía a cuantos le escuchaban a su causa, aunque esta, por desgracia, tuviera pocas posibilidades de éxito”.
Es bueno conocer la Historia de España para poder entender. Leyendo libros, mirando cuadros. Intentándolo al menos.