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aría Guardiola tiene ahora la oportunidad de demostrar que es la líder del Partido Popular de Extremadura o una simple marioneta puesta por Génova para gloria de Feijóo y de sus muchachos. La cacereña tiene que convocar a todos los medios de comunicación y exigirle a Alberto Casero Ávila el acta de diputado por Cáceres que obtuvo en 2019. Y todo por un hecho gravísimo: el magistrado del Tribunal Supremo Andrés Palomo, ha reclamado a la Sala de lo Penal que se dirija al Congreso de los Diputados para «pedir el suplicatorio para proceder penalmente contra el diputado del PP Alberto Casero Ávila, al apreciar contra él indicios racionales de presuntos delitos de prevaricación y malversación, por determinados acuerdos y contratos de servicios que realizó cuando era alcalde de Trujillo, en 2017 y 2018».
La presidenta del PP extremeño no puede dejar pasar un día en esta reclamación, a pesar de que Casero fuese su maestro de ceremonias y la apoyase desde el minuto uno cuando fue a Madrid a clavarle un puñal en la espalda al alcalde placentino Fernando Pizarro García-Polo, que era quien por conocimientos, experiencia y aceptación de la militancia debería haber sido el presidente regional del PP.
Ahora, Casero se quiere cobrar el favor y seguro que en la conversación que ha mantenido con María Guardiola le ha dicho que aguante, que el suplicatorio se dará, pero que las cosas de Palacio van despacio. Y Guardiola ¿qué ha dicho? ¿Se remitirá a la presunción de inocencia y dejará a Alberto Casero unos meses más en Madrid, en una lenta agonía que acabará en muerte política sin más remedio?
Pero María Guardiola no puede permitir esto si, realmente, quiere ser la presidenta de Extremadura. No puede llevar este lastre a las espaldas, más con unos socialistas cada día más fuertes y un Fernández Vara que gana en las encuestas de opinión por goleada. Esto también lo sabe Guardiola, que hubiese preferido que el fantasma de Casero se hubiese marchado con Pablo Casado y Teodoro García-Egea cuando todo el lío aquel de la reforma laboral, que el propio Casero propicio votando a favor a la propuesta del Gobierno socialcomunista.
Pero Alberto Casero Ávila no se marchó por voluntad propia y tendrá que hacerlo de aquí a medio año o un año porque es norma del Congreso conceder los suplicatorios cuando de trata de casos de corrupción.
Que es precisamente lo que significa malversación y prevaricación: corrupción. Y Guardiola, si no hace lo que debe, está amparando con su silencio o su puesta en favor de Casero un supuesto caso de corrupción.
Señora presidenta (o lideresa, como prefiera) la invitamos a que esté a la altura de las circunstancias y que una vez consultado con su equipo, salga a la palestra y pida el acta de congresista a Alberto Casero Ávila, Si no es así, demostrará que no vale nada y que todo lo que haga y diga estará condicionado siempre por Génova y así no se va a ninguna parte.