Y el séptimo descansó. Así se puede leer en la Biblia, en el libro del Génesis (2:2-3) que el séptimo día Dios terminó lo que había hecho, y descansó. Entonces bendijo el séptimo día y lo declaró día sagrado, porque en ese día descansó de todo su trabajo de creación.
Bien es verdad que hoy es martes y lo que se festeja es el aniversario de la ratificación de nuestra Constitución. Aprobada por las Cortes Generales en sesiones plenarias del Congreso de los Diputados y del Senado celebradas el 31 de octubre de 1978, ratificada por el pueblo español en referéndum de 6 de diciembre de 1978 y sancionada por Su Majestad el Rey ante las Cortes el 27 de diciembre del mismo año.
Pero volviendo al inicio, parto de la base de que el día feriado, aun no siendo fiesta religiosa, debería respetarse como tal. Pues hete aquí que el maestro Santos, sí el primo de mi mujer, maestro en oratoria e inoportunidad festiva, que a las ocho en punto está tocando el telefonillo de casa con renovado ímpetu.
¡Al sindicato! A este lo denuncio al sindicato o a quien proceda. Pero será posible que, partiendo de aquella ínfima ranurita en la tina, o bañera también llamada, cuatro meses después sigamos de obra. ¡Qué hoy es fiesta! Pues nada, que no hay manera…
Me argumentan que les resta aún, y tan solo, terminar con el suelo del salón. Y yo que me las prometía muy felices, holgazaneando en mi camita hasta el despertar cristiano (cuando Dios quiera) y este par de ateos constitucionales que me chafan mis planes festivos.
Y es que esto de tener un albañil en la familia tiene sus pros y sus contras. Si además sumamos que la peona (jornalera que desempeña trabajos manuales no especializados) es funcionaria y le pirra una obra, pues ya están todos los ingredientes precisos. Añadimos que, disfrutando de los tres días de asuntos propios que todavía atesora en su haber, suma nueve de no ir al trabajo y el resultado es esta semana de pasión reparadora y chapucera, para la casa que no así para el que escribe.
Son tal para cual, el maestro habla que te habla y la peona ríe que te ríe, ambos felices y disfrutando, más que de un trabajo, de lo que realmente es un hobby o afición. Además, y como quiera que somos españoles, en cada oficio y profesión generamos una jerga propia de esa actividad que es motivo de chanza, chistes y risas renovadas, reincidentes y excluyentes. Dicho de otro modo, que se mueren de risa y yo no me entero del motivo o razón de las mismas. Así que a escribir no vaya a ser que me fichen, sin sueldo ni salario, como ayudante de la peona.
Ríanse de “Benito y Manolo”, al lado de estos son dos aprendices de tercera. Y yo, en un ataque de dignidad patria que me pongo en mi sitio y muy serio les anuncio que el artículo de hoy se lo voy a dedicar y por si fuera poca amenaza les adelanto que el título es “Pin y Pon”, refiriéndome a ellos naturalmente.
Por poco no se parten de la risa. Lo dicho, si Dios tuvo el acierto de descansar, qué trabajo le costará a este par de estarse en la camita un día tan señalado como el que conmemora y sacraliza a nuestra Carta Magna, responsable primera de los casi cincuenta años de Paz que por primera vez en nuestra historia disfrutamos los españoles. ¡He dicho!