Llevo una mala racha. Todo el mundo discute conmigo, me dice frases que no me gustan (esto es, como le ocurre a cualquiera, lo que peor llevo) y hasta me insultan y he recibido veladas amenazas.
-Y por los motivos más peregrinos. Me han dicho machista por una lista de novelas (a mí que sé lo que es el sesgo de confirmación porque se lo leí a Marta Peirano en su “El enemigo conoce el Sistema” y según me han dicho, soy un aliado feminista) que a mi juicio había que leer.
-Me han tildado de antimadridista (que lo fui) por una especie de aclaración que intenté hacer sobre algo que dijo alguien.
-También fallé en un asunto porque tenía que ser adivino sin haberlo adivinado. Y me han dicho no sé qué sobre mi rodilla sin preguntarme qué tal estoy o sin pedir opinión a mis médicos. Y lo último es que me han dicho intransigente (sin saber que soy el tipo que más y mejor escucha de todos los tiempos) por un breve comentario que hice sobre inteligencia artificial
-Después de este preámbulo que nada tiene que ver la IA (Inteligencia Artificial o de las máquinas) ni de la otra continúo sin necesidad de hablar de Howard Gardner y su “Teoría de las inteligencias múltiples”.
-La discusión en la que acabé mal parado empezó cuando un amigo (que pronto se jubila) se puso a hablar aterrorizado (no exagero) sobre que la IA nos va a quitar el trabajo a todo el planeta (quizá me pasé cuando le interrumpí para preguntarle ¿a las personas de las 3.000 Viviendas, a las de la Cañada Real o a las que vienen en patera también?).
-Insistió en la idea de que las máquinas van a hacer todo por nosotros. No veía yo tal peligro…
-No llegué a preguntarle a mi amigo (y a las otras personas que lo defendían, no creo que contra mí) qué había leído, visto o escuchado para que de pronto ese miedo (pánico) se hubiera apoderado de él.
-Le dije que eso de la IA es muy viejo. Tuve suerte, esa misma mañana había leído algo sobre asunto tan tenebroso.
-Simplificando mucho, la IA no es más que el nombre que se le ha dado a lo que hacen las máquinas (ordenadores) casi sin la intervención humana. La clave es ese «casi», alguna persona tiene que haber para que funcionen las máquinas (y a saber cuenta la energía consumen).
-Resumiendo más aún: los ordenadores pueden ser entrenados y retroalimentados con datos y más datos para que hagan funciones casi humanas. Eso es la IA.
-¿Por qué se habla ahora tanto de IA? Está claro que es porque ya (a saber quién) está todo bajo control. En cuanto le han puesto etiqueta (IA) es porque alguien va a sacar dinero -y por lo tanto, poder-, de todo ello. Y nos meten miedo. Así funciona la vida (pensando a lo grande) desde el principio de los tiempos.
-Quizá por eso le di importancia al miedo irracional (inexplicable o poco explicable) de mi amigo: no es para tanto. O al menos no en mi pueblo o en mi entorno donde los problemas acuciantes y urgentes son otros.
-Y es que esto de la IA no es de ahora. El primero que habló del asunto es un inglés que en 1952 acabó en la cárcel por ser homosexual, fíjate tú si es antiguo el asunto.
-Su nombre es Alan Turing. En 1950 inventó un test o prueba que consistía en una conversación entre un hombre y una máquina para luego comparar las respuestas.
-En 1980, hubo un avance en IA, lo llamaron «la habitación china», otro divertido experimento.
-Pero nadie comenta nada -en contraposición a la IA- sobre el copyright o derechos o protección patrimoniales o morales de las creaciones humanas. O sobre la comunicación no verbal intrínsecamente humana (el 80 por ciento de lo que decimos es lenguaje de gestos: eso es imposible que lo imite o mejore una máquina). Nadie habla del entusiasmo, las emociones, el decrecimiento, la ecología, la educación infantil, el tocarse, olerse (la utilización de los sentidos) o que hay que centrarse -más que en la IA- en los objetivos de quienes la controlan -la IA- y nos cuentan solo verdades a medias.
Siendo la clave de todo una frase que me echaron en cara con respecto a lo que opiné sobre IA (Inteligencia Artificial) y que puede se la culpable de mi mala racha es: tu problema es que lees mucho.
Fin.