En cierta ocasión le preguntaron a la barra de acero si era la más fuerte del mundo y ella dijo:–No, es el fuego porque a mí me derrite.
Entonces le preguntaron al fuego si era el más fuerte del mundo y el fuego dijo:-No, es el agua porque a mí me apaga.
Le preguntaron al agua si era la más fuerte del mundo y el agua dijo:-No, es el sol porque a mí me evapora.
Le preguntaron al sol si era el más fuerte del mundo y el sol dijo:-No, es la nube porque cuando se pone delante de mí me opaca mis rayos.
Entonces le preguntaron a la nube si era la más fuerte del mundo y la nube dijo:-No, es el viento porque a mí cuando sopla me lleva de un lado para otro.
Le preguntaron al viento si era el más fuerte del mundo y el viento dijo:-No es la montaña porque cuando soplo y me encuentro con ella me parte en dos.
Entonces le preguntaron a la montaña si era la más fuerte del mundo y la montaña dijo:–No, es el hombre porque puede escalarme y con sus máquinas puede convertirme en una planicie.
Entonces le preguntaron al hombre si era el más fuerte del mundo y el hombre dijo:-No, es la muerte porque tiene la potestad de quitarnos la vida a quien sea.
Entonces le preguntaron a la muerte si era la más fuerte del mundo y la muerte dijo:-En algún tiempo yo pensé que era la más fuerte del mundo, pero hace mucho tiempo le quité la vida a un hombre y a los tres días se levantó y salió caminando y se me escapó. Y ese es el hombre más fuerte del mundo y su nombre, su nombre es Jesucristo.
Ya inmersos en al Semana Santa, cuando la fiesta religiosa lo inunda todo y se convierte en el mejor escaparate de Mérida, que solo cobra vida si se involucra toda la Bimilenaria, quizás convenga recordar que el primer interés es el personal, espiritual y lo demás se nos da por añadidura, gracias a aquel que dijo: “Yo soy la Resurrección y la Vida el que cree en mí, aunque muera, vivirá”. A vivir pues la Semana Santa.












