En 1986 “La Mode”, grupo de música cuyo líder y letrista era un tipo raro llamado Fernando Márquez “El Zurdo”, sacó un single de vinilo de siete pulgadas titulado “La evolución de las costumbres”. El estribillo de la canción decía y dice: “Son los tiempos modernos que nos toca vivir, se aplazó el sueño eterno, es mejor no reír”.
Fernando Márquez se había ido del grupo en 1984 por problemas de salud. Antes había decepcionado a muchos seguidores cuando participó en unas elecciones representando a la Falange diciendo que él era falangista de izquierdas o algo así. Esas ideas no “cuadraban” con las letras de sus canciones.
Si yo tuviera que escribir una canción ahora, en agosto de 2023, la titularía “La relajación de las costumbres”, “Orwell se quedó corto” o “Mi monotema favorito”.
Me explico. Vi unas secuencias de una serie de dibujos titulada “El doctor dimensional”. Nada más ver ese poco, se me ocurrió que así de imperceptible se escribe la historia.
Son unos dibujos animados en los que todos los muñecos y personajes se comunican por teléfono móvil. Hasta sale una niña jugando todo el tiempo con una tablet de color rosita y con corazones. Parece que no pasa nada. Eso de hablar con los móviles es lo normal. Esa es la normalidad, la costumbre. Lo que implanta la tele. Móviles para todos. Luego dicen que la tele no educa. Y es verdad, la tele no educa. Ordena y controla las mentes de grandes y mayores. Ya lo decía Orwell cuando escribió en 1948, “1984”.
De la evolución de las costumbres hace mucho que pasamos a la relajación de las costumbres. Ya está. Así de simple. Ya está integrado el uso del móvil en las mentes infantiles. En lo más profundo del subconsciente de la sociedad occidental, si es que la sociedad, ese ente amorfo tiene subconsciente. Sabemos que el móvil es bueno, es una necesidad.
Todos con móvil y tablet. Así de fácil. Y no pasa nada. Sin muchas estridencias ni vaselina ni anestesia. Y por supuesto, el niño que no tenga móvil o tablet es un raro, un apestado. Apedreémoslo. Expulsémoslo del paraíso artificial. Quemémoslo como a las brujas de antaño. Todo bajo control.Todo está bajo control.
Da igual que los expertos y especialistas digan lo malo malísimo que es el uso de las nuevas tecnologías a ciertas edades. Qué bien suena eso de “Nuevas tecnologías”. Qué adelantados somos. Qué guays. Son los tiempos modernos que nos toca vivir.
Ver a tres niños durante cuatro o cinco horas seguidas calladitos, sin molestar ni hacer ruido, jugando cada uno con su móvil, sin dirigirse la palabra entre ellos mientras las madres chismorrean entre sí y los padres andan desaparecidos en los bares (por ejemplo) viendo fútbol, es una imagen bucólica. Ideal. Con el ruido y el escándalo que formaba mi niño antes.
No son los tiempos modernos que nos toca vivir. Ni la evolución de las costumbres. Es la perfecta imagen de la soledad. Es el grito de silencio de unos niños que parece que juegan, se entretienen y lo pasan bien, aislados, enganchados a una máquina de mierda. Son adictos con ocho o diez años. Adictos para siempre si no se corta a tiempo.
Para saber el grado de adicción, quítale a un niño el móvil durante un par de días. Según el grado de gritos y violencia, así sabrá uno hasta dónde está enganchado a las nuevas tecnologías.
Y con ello, forman sus cerebros, su personalidad, su carácter, su tristeza.
No deberíamos hacerles eso, deberíamos tenerles más respeto. A los niños. A lo mejor es que ni nos damos cuenta de que somos nosotros los que no nos respetamos a nosotros mismos.
La evolución de las costumbres. Eso dicen. A veces es mejor no reír.












