Mientras escribo tengo como música de fondo la que compuso Hitari Oé, piezas breves para piano y flauta que recuerdan un poco el sonido de la primavera que “resucitó” a Hitari, hijo del escritor Kenzaburo Oé y de Yukar Ikeuchi.
Hitari Oé nació con una hidrocefalia severa (decían que cuando nació parecía que tenía dos cabezas). Los doctores trataron de convencer a sus padres para dejarlo morir, pero ellos desistieron. Tras una operación, permaneció con discapacidad visual (en las novelas que he leído de Kenzaburo casi siempre aparece un personaje con un solo ojo), retraso en el desarrollo, epilepsia y una coordinación física limitada. Solo empezó a hablar cuando escuchó el sonido de un pájaro y empezó a imitarlo.
Es estremecedor saber estos datos y leer la dura novela corta “Agüí, el monstruo del cielo” una de las tres de “Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura”.
Agüi es un “amigo” imaginario de un compositor de bandas sonoras que se volvió loco. El motivo de su locura (esto es spoiler, pero da igual, la literatura de Oé está muy por encima de sus argumentos) fue, tal vez, la muerte de su hijo casi al nacer del que solo consiguió escuchar una palabra, algo así como “agüi”.
Del escritor japonés Kenzaburo Oé, fallecido ayer 13 de marzo de 2023 a los 88 años, conocí sus libros cuando después de que ganara el premio Nobel de Literatura en 1994, en la editorial Anagrama los tradujera al español.
Si espero la llegada de los premios Nobel de Literatura es porque algunos años encuentro escritores que pasan a formar parte de mi vida lectora.
Uno de ellos fue Kenzaburo Oé, pero hay otros como Peter Handke, Kazhuo Ishiguro, Svetlana Alesievich, Toni Morrison, Alice Munro, J.M Coetzee, V.S. Naipaul, Gunter Grass, Wisława Szymborska o Naguib Mahfuz que también descubrí gracias al premio.
Kejll Espmark miembro de la Academia sueca y que presidió durante 17 años el Comité del Nobel de Literatura sabe mucho de ese asunto. Y lo cuenta en un libro.
De Kenzaburo Oé dice que se le dieron el premio en dura lid con otro gran escritor japonés, Yauchi Inoue, para continuar la difusión global de la Academia sueca, con lanzamientos de grandes maestros desconocidos que comenzaron en 1986 con el nigeriano Wole Soyinka y continuaron con el egipcio Naguib Mahfuz.
Veintiséis años antes que a Kenzaburo Oé se le había dado el Nobel a otro japonés, Yasunari Kawabata y había sonado el nombre de Mishima (a mí el que me gustaba era Kobo Abe que es como Kafka, pero más pulido y refinado) y más tarde se le dio, en 2017, el premio a Kazuo Ishiguro, pero el gran descubrimiento fue Oé (de apellido tan relacionado con cánticos «futboleros»).
Kjell Espmark en su discurso de entrega del Nobel a Kenzaburo Oé dijo que “en su realismo grotesco había una pujante poesía que se comunicaba por encima y a través de los límites lingüísticos y culturales». Y que de su mundo literario rico y cambiante surgió la visión de un humanista genuino, una imagen conmovedora de lo que nos concierne a todos”.
De los libros publicados en España (en Anagrama primero y en Seix Barral después) de los 53 libros que ha escrito Kenzaburo Oé (quedan por lo menos 30 por traducir), yo empezaría por “La presa”, la historia de un gigante negro que acaba en un bosque y es rescatado en una aldea aislada, novela sacada por Herralde (cuando era editor de Anagrama) en una colección de libritos de unas 150 páginas y que vendió casi nada más salir unos veinte mil ejemplares.
Continuaría con «Una cuestión personal» y después por «El grito silencioso» y seguiría con las novelas cortas de «Dinos cómo sobrevivir a la locura”, libros escritos todos ellos antes de que le dieran el Nobel.
En ellos se repiten algunos temas como la locura, las explosiones de Hiroshima y Nagasaki y sobre todo historias de un niño discapacitado que nos recuerdan a su hijo el compositor Hitari Oé
De su hijo HItari Oé, Kenzaburo cuenta en el libro “Un amor especial” cómo es vivir con él, haciendo un canto a la vida y a su entrega “por un hijo que sufre y al que se ama por encima de todo lo demás”. Libro del que, sin duda, salimos siendo mejores personas. Y eso es mucho.