Hace años pasé por una obra y escuché cómo caía algo desde lo alto de un andamio haciendo mucho ruido. Enseguida, desde arriba, se oyó la voz de un albañil que decía: “Eso me pasa porque tengo la mano llena de dedos”.
Desde entonces, cada vez que, torpe de mí, se me cae algo de las manos me justifico diciendo “es que tengo la mano llena de dedos».
La otra frase que me quedó grabada en lo más profundo del colodrillo, es una que le dijo con voz cazallera, y mientras le echaba agua al yeso o al cemento, yo qué sé, un albañil veterano, de los de copa o chupito de sol y sombra al arrancar la jornada, a un joven aprendiz de albañil, flaco, feble (debilucho) y descuajaringado: «Eres fuerte como el pellejo de la mierda».
Mayor surrealismo no cabe. También me la quedé como si fuera mía.
El mundo de los albañiles está lleno de jerga dura y humor. Lo sé porque, siendo mozo, trabajé durante unos pocos días en una obra.
Como yo era un perfecto inútil para esos menesteres, el típico albañil, flaco, atontao y con gafas, me pusieron a sacar el ripio de dentro de la casa en dónde se hacía la reforma, en una de las bocacalles que salen de la Calderón de la Barca.
Al principio, la mitad de las veces, al intentar subir la carretilla por el andamio hasta el contenedor, por el peso o porque había colocado mal el ripio, la carretilla se me doblaba y se iban todos los escombros al suelo. Enseguida me «até los machos» y lo que conseguí aparte de agujetas y unos antebrazos como los de Popeye, fue doblegar mi orgullo herido.
Si ellos podían, tipos sin estudios, abigarrados, mal encarados y sin educación, me decía, yo también podía.
Me asombraba un albañil que era tan inteligente que hacía las paredes perfectas, a ojo, casi sin medir, era un espectáculo. Eso sí, cada vez que hablaba «le daba una patada al diccionario». Era analfabeto y un tanto cerril y guarro -hacía sus «necesidades» en la arena…para darle consistencia a la masa…decía-, pero listo como nadie.
Para su trabajo no necesitaba más que sus habilidades o altas capacidades con la paleta, la llana, las espátulas, la radial, la maza, el pico, la pala y el cincel.
Como esto va sobre albañiles, termino con un chiste que me hizo bastante gracia cuando me lo contaron.
En una obra desde un andamio de pronto cae una oreja al suelo. Pregunta el albañil que estaba abajo al de arriba:
-«¿Es de alguien esta oreja?»
Y se oye una voz desde arriba que dice:
-«¿La oreja tiene un lápiz?».
-«No, no», contesta el de abajo.
-«Pues entonces no es mía», replica el de arriba.
Fin.