Mientras escribo esto en casa, tan tranquilo delante del ordenador, me veo como un impostor, un tramposo. Escribir de guerras lejanas, de antisemitas y de sionistas resulta hasta fácil.
-Y es que, resumiendo mucho y para aclarar conceptos, en la guerra televisada de estos días (si), los antisemitas -que odian a los judíos- son Palestina, Gaza y Hamas y los sionistas -los judíos-, Israel.
-Llevo toda mi vida escuchando que existe un conflicto entre Palestina e Israel. Nací en 1965 y la llamada guerra de los Seis Días ocurrió en junio de 1967. A partir de ese año empezó lo que se llamó la Naksa, éxodo o huida de unos trescientos mil palestinos porque Israel, aparte de destruir numerosas aldeas palestinas, empezó a quedarse con casi todo el territorio Palestino.
-Desde entonces, desde 1967 y a lo largo de los años, me ha acompañado como «ruido de fondo», la guerra entre palestinos e israelitas, con nombres que aparecían y desaparecían como los de Menahen Begim, Gamal Abdel Nasser, Yassir Arafat, Anwar el-Sadat o Hosni Mubarak que no sé si son palestinos, egipcios, israelíes, tal y como ahora nos hablan de Abbas o de Netanyahu.
-Pero el inicio del conflicto Israel-Palestino por el control de la tierra de Palestina se remonta a mayo de 1948. Es decir, desde hace 75 años esos pueblos viven en guerra permanente.
-Esto significa que, siguiendo la nomenclatura occidental, hay cuatro generaciones (aquí en España serían las llamadas Baby Boom, Generación X, Generación Y o milennials y Generación Z) que nacen rodeadas de armas, guerras, bombas, sangre, mutilaciones, muertes, desapariciones, exilio, horror, hambre, sed, pobreza, algo a lo que el ser humano no terminará de acostumbrarse. Eso sí, es fácil hablar desde aquí, cómodamente, sin ver ni entender la dimensión exacta de las cosas.
-Iba a empezar escribiendo sobre otras guerras que asolan el planeta. En la tele y en los medios de comunicación de España (que yo he seguido) se habla estos días y a todas horas del conflicto Israel-con el grupo terrorista Hamas.
-Sin embargo, conflictos como el de Ucrania-Rusia continúa igual o casi igual que hace 603 días, cuando comenzó, aunque las teles no digan nada.
-Y nadie se enteró (bueno, allí sí) de que hace menos de un mes, en septiembre, el ejército de Azerbaiyán lanzó una ofensiva en Nagorno-Karabaj, derrotando a los combatientes de la etnia armenia, porque lo de Armenia, olvidada por todos, tanto por Occidente como por Rusia, es una historia durísima, desde el genocidio al que se vio sometida por lo turcos, hasta el exilio de tanta gente a lo largo de los años.
-En Siria, llevan desde 2011 en guerra civil. Si la de España duró tres años y ochenta y tantos años después aún existen rencores y heridas abiertas, no sé cómo será en estos países. Van más de 350 mil muertos y casi siete millones de desplazados y refugiados en otros países. Pero esto, de tanto repetido, parece que solo son cifras y no vidas.
-En Yemen están en guerra civil desde 2015 con cerca de 233 mil muertos (según leo en internet…).
-Por no hablar de Etiopía o Sierra Leona donde viven en un estado convulso y de permanente tensión.
-Pero no quiero desviarme del asunto, que de lo que quería hablar es del dolor. Esta palabra aquí me vuelve a sonar demagógica, como si me “aprovechara” del sinsentido de la gente de Israel y de Palestina, para escribir.
-De todas formas hay personas bastantes más preparadas que yo para hablar de esta guerra absurda entre Israel y Palestina. Basta leer lo que contaron Tony Judt o Carlos Trías o escuchar lo que dice Shlomo Ben Ami ex ministro de Asuntos Exteriores de Israel.
-Hace muchos años, en la revista Ajoblanco nº 91, de 1996, el escritor Carlos Trías escribió un artículo titulado “Israel y Palestina o el eterno retorno a la tierra del padre”, donde contaba lo que “ha ocurrido, está ocurriendo y puede ocurrir en Oriente Próximo”.
Aunque el texto es de hace casi treinta años, parece de hoy mismo. Lo resumiré en una segunda entrega (continuará…)












